Entrevista a Pablo Gutiérrez

Pablo Gutiérrez: "Uno se vuelve lector siendo más raro que los demás".
Entrevistamos al escritor onubense, ganador del Premio Edebé de literatura juvenil con su novela "El síndrome de Bergerac"
Pablo nació en Huelva en 1978, pero con dieciocho años marchó a Sevilla a estudiar periodismo, para posteriormente estudiar teatro en Londres. Actualmente, trabaja como profesor de literatura en el IES Juan Sebastián Elcano de Sanlúcar de Barrameda.
Escritor de prestigio, su último gran logro ha sido el primer puesto en el Premio Edebé por su novela «El síndrome de Bergerac«, valorado en 30.000 euros.
Conoce gracias a AtrapaHuelva a este novelista onubense y ferviente amante del teatro.
Pablo, marchaste de Huelva muy joven, ¿qué recuerdas de aquella Huelva que dejaste?
Recuerdo el Colegio Francés, cuando estaba en la calle San Andrés, y una Huelva muy diferente a la que existe actualmente. Huelva era tierra de cabezos y arena. El camino al colegio era realmente una aventura, pues había que cruzar por entre los campos, lo cual me parece más una historia contada por Miguel Delibes que mi propia historia.
Me viene a la mente una pajarería en la calle San Sebastián y algunas casas de finales del siglo XIX. Con el tiempo se idealiza el entorno en el que creciste, pero la realidad es que Huelva era muy salvaje en ese entonces.

Llevas toda la vida dedicada a la escritura, ¿hubo alguna persona que te iniciara en este apasionante mundo?

En casa había algunos libros, no demasiados. Aun así, somos seis hermanos y tres trabajamos como profesores, lo que indica que sí que había cierto ambiente pedagógico y cultural en casa.
Tengo, no obstante, dos tías que vivían en Sevilla y tenían un quiosco de prensa. En él vendían, entre otras muchas cosas, cómics que yo ojeaba durante horas. También, mi hermana Rocío me regalaba en cada cumpleaños cómics de Astérix.
En la época de instituto me marcó especialmente un profesor llamado Paco Jiménez, que además es poeta. Su manera de concebir la literatura y la poesía, de una forma más viva, me impresionó sobremanera.
A ello le debemos de unir mi propia personalidad. Tengo cierta rareza o sensibilidad especial y eso me ayudó a convertirme en lector. De hecho, pienso que uno se vuelve lector siendo más raro que los demás.
Actualmente eres profesor de literatura en un instituto en Sanlúcar de Barrameda. ¿Cómo se aviva la llama de la literatura al alumnado?
Es difícil, pero la clave debe de ser el hecho de que te guste tu trabajo. Se trabaja mucho, pero las horas de aula son una auténtica gozada. Además, la literatura es mucho más agradecida que lo que puedan ser otras asignaturas, pues permite un cauce de comunicación con el alumnado mucho mayor.
El entusiasmo por la materia y la admiración mutua profesor-alumno son la base para la buena comunicación. En 17 años de ejercicio profesional he tenido la suerte de encontrar a alumnos muy talentosos a los que realmente admiro. Ese cauce de aprecio y admiración mutua es la que hace que las horas se pasen volando dentro de las aulas.

Eres un enamorado del teatro hasta el punto de representar con tus alumnos obras de la literatura española y europea. ¿Cómo surge el hecho de querer representar obras de teatro en un ambiente de instituto?

En los años de la universidad era un enamorado del teatro y mucha parte de mis recursos los utilizaba en disfrutar de él. Tal es mi pasión por él que fui a Londres a estudiar a una universidad donde se impartía dicha disciplina.
Las clases allí se daban en un escenario, con todos los elementos necesarios para hacer de las ellas un elemento vivo. El teatro en Inglaterra forma parte de la vida escolar y prácticamente la totalidad de los alumnos ingleses han representado obras en un escenario, pues para ellos forma parte de su cultura.
Desde que doy clases, he intentado llevar ese teatro que aprendí a mis aulas. Es difícil, principalmente por la falta de instalaciones en los centros públicos, pues el teatro necesita de un espacio. Uno puede intentar ser muy heroico y plantear las clases teatrales en el césped, o en un corro, pero hace falta un lugar físico donde preparar y trabajar la obra.
¿Por qué el teatro? Básicamente porque el teatro es el arte milenario que todo engloba. Es literatura, pero es mucho más. Exige mucho al alumnado a la par que les crea una energía muy positiva. Los alumnos están en la mejor edad para iniciarles en esta disciplina, pues gracias a él superan miedos, ganan en confianza y autoestima, se inician en el trabajo colaborativo…
Adentrándonos en tu faceta como escritor, la mayoría de tus personajes son adolescentes, ¿por qué razón?
La adolescencia es una etapa de la vida fascinante. Los adultos la tenemos demonizada, pues es casi ideológico el odio que tiene una generación hacia la que está por debajo y que después acabará derrocándola. Considero que hay un factor antropológico ahí muy interesante, de hecho.
El adolescente carece de filtro y en él se reflejan todas nuestras características, convertidas en hipérbole. El adolescente no ama, sino que se enamora desesperadamente; no odia, sino que quiere asesinarte; son los más cooperativos, los más entregados, y cuando se aburren lo expresan al extremo.

Un adolescente cuenta con todos los aspectos de la condición humana sin filtros, por lo que para que un escritor es un terreno delicioso sobre el cual transcurrir.
Este pasado 9 de marzo se publicó tu último libro "El síndrome de Bergerac", gracias al cual has ganado el Premio Edebé de literatura juvenil. ¿Qué nos puedes contar acerca de él?

El síndrome de Bergerac nace de una historia real: un grupo de alumnos de mi instituto montó contra viento y marea una obra completísima como es Cirano de Bergerac.
A partir de esa experiencia se convirtió en novela, con una trama ficticia y personajes irreales. En ella, un grupo de chavales se conoce y tiene la ilusión de crear una obra de teatro. La novela irá en paralelo a todos los esfuerzos y ensayos que ellos hacen y cuanto les sucede hasta que el transcurso de la historia decidirá si consiguen o no montar la obra de teatro.
Esta obra tiene como eje a mi personaje favorito de la literatura, Cirano de Bergerac. Un personaje acomplejado y bravucón que esconde sus perturbaciones con esas bravatas. Es un poeta estupendo a la par que un gran espadachín, siempre el primero en entrar en batalla y el último enamorando a las damas.
Para contar una historia de adolescentes considero que es un personaje ideal, pues no deja de ser un adolescente grandote que sufre de sus mismas pasiones, complejos e inseguridades.
En tu faceta de escritor ha habido una gran evolución en estos veinte años. ¿Cómo has evolucionado?
A pesar de parecer un tópico, a escribir se aprende escribiendo. Más allá de las escuelas de escritores o los cursos de escritura creativa, es a la hora de rechazar tus propios textos cuando realmente aprendes.
En todos estos años he aprendido a tener una conciencia de mi propia obra que antes no tenía. Ahora veo qué le falta a la novela y lo bueno que éstas tienen.
He aprendido también mucho de escritura narrativa. En los primeros años me enfocaba mucho en el estilo, importándome más la palabra bien dicha que la propia estructura narrativa. Ello me permitió tener mucho músculo literario. Con el paso del tiempo, no obstante, he conseguido desarrollar habilidades que tienen que ver con la construcción de la trama, algo esencial para cualquier novelista.

Por último, ¿quieres decir algunas palabras a nuestros lectores?
Me gustaría saludarles y decirles que tenemos la posibilidad de compartir una tierra maravillosa, con sus carencias, pero por la que merece la pena luchar. También me gustaría animarles a que defiendan a Huelva desde la cultura, pues es ella quien nos da una identidad más allá de localismos y peleas tribales entre unas poblaciones y otras.